sima cj3

Una cueva española se queda sin oxígeno y se vuelve letal (pincha para ver vídeo)

“Yo lo que quiero es respirar”, clama el geólogo Raúl Pérez. Tiene los ojos como los de las liebres cuando reciben la luz de los faros de un coche. Y la boca abierta como un pez en agua sucia. El investigador acaba de asomar por la estrecha abertura de la sima CJ-3, un agujero asfixiante de 50 metros de profundidad escondido en un pinar del Cañón del Río Lobos, cerca de Casarejos (Soria). De la cavidad todavía salen los pitidos de emergencia de los medidores de oxígeno de sus compañeros de expedición que siguen dentro: dos bomberos de la Comunidad de Madrid expertos en espeleología extrema, Antonio Marcos y Jesús Carballo.

Pérez, del Instituto Geológico y Minero de España (IGME), recuerda que en 2014 recibieron por fax una petición de ayuda de los gestores del Parque Natural del Cañón del Río Lobos. Sin que se supiera la causa, la sima CJ-3 —una vieja conocida de los espeleólogos españoles por sus impresionantes formaciones— se estaba quedando sin oxígeno. Al IGME llegaron informaciones de que una chica se había quedado inconsciente dentro de la sima y tuvo que ser rescatada por un grupo de bomberos espeleólogos que se encontraban por la zona, plagada de cuevas. Otros visitantes también habían sido víctimas del sofoco y la falta repentina de aire. Había un asesino invisible.

“El espacio y el tiempo desaparecen ahí dentro”, afirma el bombero y geólogo Antonio Marcos

En diciembre de 2014, Pérez y los bomberos madrileños, que tienen un convenio para investigar juntos en cuevas imposibles, pusieron en marcha la primera expedición a la sima soriana. Entraron sin equipos de respiración autónoma. En el fondo del pozo, Marcos comenzó a notar los sibilinos efectos de la falta de oxígeno: pérdida de la coordinación muscular, respiración acelerada, taquicardia. Solo personas muy adiestradas son capaces de darse cuenta de la intoxicación antes de caer inconscientes. Inmediatamente, el bombero, también geólogo, dio la voz de alarma y ordenó la salida de la cueva.

“Puede ser letal, puedes tener problemas muy serios”, afirma Marcos, del Grupo Especial de Rescate en Altura de la Comunidad de Madrid. “El espacio y el tiempo desaparecen ahí dentro”, señala. “Es como estar a 6.000 metros de altura en una montaña”, confirma Carballo.

El geólogo Raúl Pérez cuelga en un volado de la sima CJ-3.
El geólogo Raúl Pérez cuelga en un volado de la sima CJ-3. ANTONIO MARCOS
 

El pasado lunes, 19 de diciembre, los tres volvieron a entrar en la sima, esta vez con equipos de respiración autónoma, para medir la calidad del aire y tomar muestras de arcilla del suelo. En la boca de la cavidad, un cartel advierte de que la sima está “cerrada temporalmente” y de que explorarla es una actividad “peligrosa”. Desde allí, con una cuerda de 65 metros, el equipo se descolgó por la gruta vertical, que desemboca en una majestuosa galería horizontal de hasta 30 metros de altura, salpicada de murciélagos. En sus tramos profundos, el grupo midió concentraciones de oxígeno en el aire del 17,5%, frente al 21% del bosque exterior. Es la diferencia entre un aire normal y uno “irrespirable”, según Pérez.

El geólogo del IGME y los bomberos del Grupo Especial de Rescate en Altura están acostumbrados a entrar en simas asfixiantes. En septiembre de 2015, penetraron en la Sima del Vapor, en Alhama de Murcia. Es un agujero con temperaturas de más de 40 grados y elevadas concentraciones de CO2. Antes de acceder, se entrenaron de tapadillo en la sauna de un gimnasio, ante la estupefacción del resto de los clientes que entraban sin llamar.

La expedición avanza con equipos de respiración por la sima CJ-3.
La expedición avanza con equipos de respiración por la sima CJ-3. ANTONIO MARCOS
 

La incursión a la gruta murciana formaba parte de Sismosima, un proyecto para estudiar si en las cuevas en zonas sísmicas existen picos de gases y temperatura que alertan de los terremotos. La Sima del Vapor se encuentra en la falla activa que sacudió la ciudad de Lorca en 2011, provocando nueve muertes por derrumbes.

“No es habitual que haya cuevas sin oxígeno”, explica Pérez. Y es más inusual todavía que una cavidad se quede sin oxígeno de repente, como ha ocurrido en la CJ-3. El geólogo subraya las tres razones principales por las que una gruta puede ser irrespirable: una estructura en fondo de saco con poca ventilación y bacterias que producen CO2, la liberación brusca de gases en seísmos o la emanación de gases en cuevas en zonas de actividad volcánica. “Esta no es una zona de terremotos ni volcánica, así que nos enfrentamos a la primera hipótesis”, apunta.

El análisis de la arcilla y de cuatro muestras de aire tomadas en diferentes puntos de la sima iluminarán la enigmática metamorfosis de la sima CJ-3, antaño un lugar de iniciación para federaciones de espeleología de toda España, pero hoy un lugar irrespirable. “Habría que regular la entrada con una verja”, sentencia Pérez, que conoce las ganas de aventura, a veces irresponsables, de muchos espeleólogos. Como dice una frase atribuida al escritor estadounidense Joseph Campbell: “La cueva a la que te da miedo entrar contiene el tesoro que buscas”.

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